lunes, 12 de diciembre de 2011

Tremendo Ladron

Calabozos de los Juzgados de Marbella. 3 de mayo de 2007. Diez de la mañana. Una joven abogada del despacho de Javier Saavedra acude con una bolsa de ropa para dársela a Isabel Pantoja tras pasar ésta toda la noche incomunicada en los calabozos de la Comisaría General de Málaga a raíz de la operación Malaya. El juez Miguel Ángel Torres consulta: “¿Pero esta letrada va a pasar al interrogatorio?”. Los abogados de la Pantoja personados en la causa, Graciela Otondo y José Ángel Galán, le indican que no, que no pertenece a su despacho y que, por tanto, no pasará al decisivo interrogatorio. La letrada de Saavedra responde enfadada: “¿Cómo que no voy a pasar? ¡Me ha dicho Javier que yo tengo que estar ahí y yo paso!”. Cansados, Otondo y Galán piden en los calabozos a Isabel Pantoja que decida de una vez a quién elige. La cantante, a pesar de su estado de conmoción, no lo duda: “A vosotros”. Desde ese momento el abogado de los famosos, Javier Saavedra Fernández, queda apartado del caso Malaya como abogado de la Pantoja; no así de su novio, Julián Muñoz, a quien conoce desde hace años, cuando éste era teniente de alcalde de San Pedro de Alcántara (Marbella) y él hacia suculentos negocios inmobiliarios por la zona. Fue precisamente Muñoz quien presentó a Javier Saavedra a la Pantoja y le recomendó como abogado.
La vida de este letrado está plagada de coincidencias y casuales presentaciones, que le han ligado con numerosos famosos. Hoy en su despacho se puede ver como clientes VIP a Ana Obregón, Alessandro Lequio, Cayetana de Alba, Eugenia Martínez de Irujo, la duquesa de Franco, su hijo Francis Franco, María Teresa Campos, su hija Terelu, Rocío Carrasco, Elena Tablada, Paulina Rubio… Precisamente, en un pleito de derecho al honor referido a Paulina Rubio, la cantante fue declarada confesa después de que Saavedra le aconsejara no ir al juicio. La sentencia, del Juzgado de Primera Instancia 1 de Madrid, consideró aquello como una “incomprensible actitud” de la cantante.
¿Pero quién es Javier Saavedra Fernández y cómo ha llegado hasta aquí? Nació el 17 de marzo de 1948 en Madrid –y no en Ourense, como ha dejado caer– y llegó a la Universidad Complutense en los 60 para estudiar Derecho. En las entonces revolucionarias aulas, se introdujo como miembro de Defensa Universitaria, un grupo de la ultraderecha franquista afín a organizaciones como Acción Universitaria Nacional y Joven Europa que se estructuró a partir de 1968 en un partido, Fuerza Nueva, y una vanguardia armada, los Guerrilleros de Cristo Rey. Saavedra, en declaraciones a interviú, ha reconocido esa pertenencia y ha aclarado que salió elegido delegado de curso “en votación democrática”.
A pesar de comenzar la carrera de Derecho en 1966 no se colegió hasta 25 años más tarde como abogado de Madrid. Fue en 1991 y con el número 46.196. Su vida universitaria está plagada de anécdotas y leyendas poco favorables. Según cuentan sus compañeros, “era fanfarrón, muy pijo y le gustaba siempre estar metido en temas políticos a favor de Franco”. Su currículo universitario no es brillante. Tras desaparecer de escena con la llegada de la democracia, y después de casarse por primera vez y tener descendientes, Saavedra vuelve a la pomada introduciéndose en los ochenta en el Partido Liberal de Antonio Garrigues Walker, formando parte de su comisión ejecutiva y participando en el partido de Fraga Reforma Democrática. Pero su empujón definitivo lo dio al conocer a su segunda esposa, la psicóloga y profesora de la Universidad Complutense María Teresa Rodríguez-Pomatta Moya, una niña bien de la capital, relacionada con las mejores familias y prima del presidente de la Mutua Madrileña, José María Rodríguez-Pomatta. Ésta le introduce en los cenáculos madrileños y lo presenta en sociedad. Así conoce a Ana García Obregón, que sería el germen de sus negocios de famoseo.
La pareja Saavedra-Pomatta ubica su domicilio en la elitista urbanización madrileña de La Moraleja, en la calle Hiedra. De su matrimonio, que se formalizó el 2 de marzo de 1989, nacieron tres hijos: Francisco Javier (nacido en noviembre de 1986, dos años y medio antes de casarse sus padres), Guillermo-Santos (1991) y Álvaro Beltrán (1994), cuya madrina es Ana Obregón. Los niños fueron a colegios de la zona, como el Centro Fomento Aldovea, vinculado al Opus Dei. La vida familiar iba viento en popa, con dinero y coches de la firma Audi a la puerta de casa.
Junto a Teresa Rodríguez-Pomatta y su hermano, José Manuel Saavedra, montó a comienzos de los noventa su bufete en el 12 de la calle Concha Espina de Madrid, frente al Santiago Bernabéu. Allí creó una red de sociedades de muy diversos y encontrados sectores. Ha figurado en 21 empresas. Entre ellas, Estudio Jurídico y Económico Concha Espina 12, SL; Recursos Marítimos de Galicia, SA; las inmobiliarias Jardines de Benahavis y Eschia; la comercializadora de muebles de oficina C2D Ibérica; la informática Software 16 Desarrollo SL; y una gestora de centros sanitarios, Prevemedic.
A comienzos de los noventa se centró en la construcción de campos de golf y creó varias sociedades en Madrid y A Coruña, entre ellas Promociones y Construcciones del Golf 2. Para ello buscó capital entre los famosos. Uno de ellos, que se convirtió en su socio, es el televisivo Matías Prats. Saavedra quería, con sus buenos contactos, hacer un campo de golf y una urbanización en Villanueva del Pardillo (Madrid). La operación finalmente no se realizó y sus socios se disgustaron por su incumplimiento. Al mismo tiempo se produjo un atraco en su domicilio, con supuesta desaparición de dinero y secuestro momentáneo de su suegra, Begoña Moya. El caso llegó a la Audiencia Provincial de Madrid. Como acusados, un ex colaborador del letrado y un confidente policial cubano. Ambos fueron absueltos. La Sección 16 de la Audiencia dedujo testimonio contra Saavedra por denuncia falsa y falsos testigos. El caso se archivó.
Este y otros avatares llevarían a su ruptura matrimonial con la psicóloga Rodríguez-Pomatta en 1999. Actualmente el letrado Saavedra vive con su nueva compañera, Angustias Serrano, en un chalé adosado del Soto de la Moraleja (Alcobendas, Madrid).
Algunas de las sociedades donde figura Saavedra han sufrido embargos de organismos públicos, por ejemplo, por impago de impuestos a los ayuntamientos de Madrid, Alcobendas y Marbella y a la Diputación Provincial de Málaga. El abogado ha sufrido también el embargo de su despacho: durante el pleito que mantuvo con su ex mujer, una comisión judicial se presentó en Concha Espina para ello. Y también le embargó los muebles de su bufete un procurador al que debía sus emolumentos.
Los juicios en contra acompañan desde hace años a Saavedra. El 19 de junio deberá hacer frente en Madrid a una nueva denuncia, ésta por injurias y amenazas, interpuesta por la letrada Teresa Bueyes, otra abogada de famosos, a la que llamó “rastrera y sinvergüenza”. Según la letrada Bueyes, desde entonces siente “un gran temor”. También lo siente otra abogada que ha mantenido con Saavedra roces profesionales y que prefiere el anonimato. “Sólo oír el nombre de Saavedra me hace temblar las piernas”, dice la letrada a interviú. Precisamente, Saavedra tiene una demanda por amenazas interpuesta por una familia vinculada a los Gil y Gil y al Atlético de Madrid. La causa, que veía el Juzgado 31 de Madrid, ha llegado ya a la Audiencia Provincial. Saavedra ha reconocido a varios redactores de esta revista que esas querellas y denuncias interpuestas contra él son ciertas, “pero son para intentar chantajearme, y todas las tengo recurridas o las he ganado. No tengo nada en Marbella, y los demás que se meten conmigo sí lo tienen. Lo que hay que ver es quiénes son los que me denuncian”.
De pleito en pleito anda el abogado Javier Saavedra Fernández, el mismo que, en los ochenta, cuando creó su empresa de software, se levantaba de las reuniones con unos empresarios suizos –que luego le denunciaron por presunta estafa– diciendo que tenía que atender sin falta al presidente francés Valery Giscard d’Estaing, que le estaba llamando. En el despacho de Saavedra, además de famosos que le reclaman para juicios de intimidad o imagen, se lleva la defensa de acusados de delitos financieros, violaciones y hasta asesinatos. Saavedra fue abogado defensor en el caso Polvoranca y en el del asesinato del juego del rol, y de personas como el intermediario árabe de armas Raymond Nakachian, Tony Alexander King, imputado por el asesinato de Rocío Wanninkhof, y mafiosos del Este como el ruso Sergei Butorin. Uno de sus últimos grandes clientes fue Sadam Husein. Saavedra participó –“en calidad de asesor”– en el comité de defensa que lideraba el ex fiscal general de Estados Unidos Ramsey Clark.
No es un abogado barato. Según ha contado él mismo, siempre cobra las defensas “por anticipado”, sea cual sea el resultado final del proceso, alrededor del 30 por ciento de la cantidad solicitada por sus clientes. Su tendencia a cobrar elevadas minutas le costó, entre el 1 y el 15 de abril pasado, una suspensión para ejercer la abogacía impuesta por el Colegio de Abogados.
Saavedra también reconoce que “si algún cliente nos llama y nos lo pide, recurrimos a una de esas empresas que lo graban todo”. Así ocurrió cuando vigiló las declaraciones del periodista José Manuel Estrada tras su ruptura con Terelu Campos. Según Pipi Estrada, en una cena Terelu le dijo al abogado: “Ser mi pareja es como tener un título, y este (por Estrada) está viviendo ahora gracias a que estuvo conmigo”. Saavedra le dijo a Terelu: “Éste va a vivir de ti muy poco, eso te lo aseguro yo”.
Hoy, en su madurez, Javier Saavedra presume de saber de cultura griega –de joven, aseguran sus compañeros de universidad, la aborrecía– y lee a Eurípides, Sófocles y Heródoto. Mientras, cuajan sus negocios del corazón y del ladrillo, con los que se fragua una gran fortuna.